lunes, 14 de abril de 2014

Empresa práctica para españoles: acoso sexual y mobbing

Hola de nuevo, españoles,

Hoy os voy a contar una vez más lo que te puede pasar si quieres con toda tu alma trabajar como un biólogo y lo que tienes que aguantar.

Hace muchos años, en el 2003, andaba yo por Barcelona viviendo. Mi pareja de entonces me había dejado y había venido a vivir conmigo mi gran hermano del alma. Vivia en un "dúplex" de 50 metros cuadrados. Eso entre los dos pisos que eran. Vamos, una enanez. Sólo decir que a la habitación de mi amigo la llamábamos "el puticlub vietnamita" y yo dormía en el salón, en una cama de esas del Ikea de matrimonio pero de las que hay que subir con escaleras. Una etapa muy interesante de mi vida, la verdad.

Aquí encontré mi primer trabajo como bióloga. Ya sé que he dicho anteriormente que no había trabajado nunca hasta el año pasado, pero es que  esta experiencia es de las que es mejor olvidar. Lo que pasa, que como creo que alguien más le puede estar pasando esto, lo voy a describir aquí, a ver si a alguien le puede ayudar.

La empresa era una clínica en una buena calle de Barcelona, que tenía adosada unos metros más allá una tienda tipo herbolario, donde se daban tratamientos tipo presoterapia y cosas así. La clínica la llevaba un doctor de Lleida, vamos a llamarle Dr. Antonio Terror, que era el sobrino ya talludito de un importante urólogo catalán. Así que este hombre era urólogo. Pero lo que le daba dinero en la clínica eran las dietas. El ponía una dieta, les mandaba vitaminas, fibra, etc que compraban en la tienda y también tratamientos. Les hacía seguimiento semanal o mensual, según el tiempo que llevaran haciendo la dieta.

Aquí yo tenía que sustituir a una de las dueñas de la tienda, que era socia, porque iba a tener un hijo y no iba a poder trabajar una temporada. Tenía que estar en la clínica entre semana y mis funciones eran: recepcionista, estar con el doctor en la consulta y ayudarlo en la exploraciones, procesar las muestras de sangre, orina, hacer estudios nutricionales, medir, pesar y tomar la tensión a los pacientes. A veces, tenía intervenciones menores de urología, y le ayudaba en darle la instrumentación y poco más. Casi era auxiliar de enfermería en este trabajo. También tenía que limpiar la clínica una vez a la semana y un sábado sí, y otro no, ir a atender en la tienda. Osea, que hacía de todo y sólo por 700€ al mes. Un regalazo.

Yo sé que la socia que se iba a dar de baja no hacía todo esto, porque más que nada, no tenía tiempo. Supongo que debían de tener una limpiadora a la que despidieron cuando me contrataron a mi así aprovechaban pero bien mi trabajo.

Durante la formación, la socia me enseñaba qué y cómo tenía que hacer las cosas y me iba diciendo, cuidado no te equivoques aquí que el doctor es muy especial. Tenía mucha presión, porque no me podía equivocar, a pesar de no haber trabajado de bióloga en mi vida ni haber atendido pacientes en la vida. O sea, que ya me valía espabilar.

Cuando llegaba el doctor, parecía que había venido Dios en persona. Al entrar por la puerta, la chica hacía balance de su estado de humor. El día que venía de buenas se la veía más relajada, pero el día que tenía una cara sombría, ni saludaba, malo. El, no ponía su abrigo en el perchero, se lo tenías que coger tú y ponerlo ahí. Luego se metía en la consulta y no salía hasta el final, hubiera o no clientes.

La chica se fue de baja, yo me quedé en la consulta sola con el doctor y empezó a haber un pico de pacientes, así que tuvieron que contratar a otra chica para que hiciera la recepción, porque a mi no me daba tiempo a atender el teléfono y atender pacientes a la vez, porque claro, no lo iba a hacer el doctor, que se estaba tocando los cojones en su despacho, que daba mala imagen que el doctor cogiera el teléfono para pillar citas.

También he de decir que este hombre me enseñó muchas cosas. Pero siempre con poca paciencia. A ver, yo no es que sea corta, pero cuando estás con un tema de salud humana, hay que tener cuidado con todo y si no tienes ni idea, te sientes muy insegura. Además, como me equivocara en algo insignificante, me pegaba unas broncas de la hostia.

Desde luego, me gustaba el trabajo, a pesar de tener un horario comercial, que entraba a las 9 de la mañana y salía a las 9 de la noche. Me tiraba el día bicicleta para arriba, bicicleta para abajo, para poder ir a casa a comer. Barcelona es lo bueno que tiene, que puedes desplazarte en bici muy bien. A veces salía a las 11 de la noche, porque lo último que tenía que hacer era procesar las muestras de orina y si había bastantes, pues hasta que no terminaba no me podía ir. No me pagaban las horas extras, por cierto.

El caso es que a pesar de la mala hostia de este individuo, nos llevábamos bien. Pero había que tener mucho  cuidado cuando se hablaba con él, porque su humor podía cambiar radicalmente. Lo último que nadie quería ahí es que este tipo se enfadara porque cuando era así se respiraba un ambiente muy espeso y no se podía hablar porque si nos oía salía a continuar la bronca. Hablábamos susurrando, la recepcionista y yo. Tampoco nos podíamos reir de nada, porque él salía de la consulta y nos echaba bronca.

Este hombre era de Lleida y de hecho, vivía allá con su familia. Venía el lunes y se iba el viernes. Dormia en una habitación que tenía la consulta. Además era un putero, porque alguna vez que otra, no infrecuentes, nos encontrábamos señales de que había habido una mujer por allí. Teníamos que disimular, aunque a veces él venía y nos lo contaba, como si fuera un Valentino seductor de mujeres irresistible. Pero era un tio ya de unos 50 años, realmente repulsivo. Supongo que alguna tonta se dejaría seducir por eso del sexapeal médico, que de verdad no entiendo muy bien. Pero hay de todo en esta vida, allá ellas.

Llegaron las navidades, y el Dr. Terror nos invitó a la recepcionista, a las dos socias de la tienda, a la dependienta y a mi a una cena en un restaurante cercano a la clínica. Nos vestimos con nuestras mejores galas y fuimos a cenar. En la cena, no hacía más que ponerme vino en el vaso. Yo entonces aguantaba bastante bien el alcohol y no me hacía nada de efecto, y, además me gustaba el vino, era muy bueno. Terminamos a las 12 de la noche del restaurante y nos llevó a la clínica donde guardaba un cava especial que le había regalado un paciente. Las socias se fueron y nos quedamos, la dependienta, la recepcionista y yo allí de risas con el doctor, pensando que no era tan malo, el hombre. A la recepcionista le vino a buscar su novio, la pobre ya salió un poco perjudicada.

La verdad, es que yo no quería cava, porque hasta ese momento yo había bebido bastante vino y sabía que mezclar me iba a sentar muy mal. Iba con un puntillo, así que rechazé el cava pero el se enfadó, me dijo "que bebas, coño! Me estás haciendo un desprecio muy grande! No vamos a terminar mal la noche al final, joder, bebe!" Y me lo dijo con tan mala hostia que dije, vale, y me bebí una copa de cava. La dependienta estaba pedo total, yo todavía resistía y aprovechando eso dije que me iba a casa porque sabía que en un rato estaría fatal. Eran como las 2 de la mañana y el doctor me dijo que cómo me iba a ir, si tenía que entrar a las 9 al día siguiente. La verdad, es que yo ya estaba notando que empezaba a estar bastante borracha así que como él dijo que la dependienta se quedaba también, dormiríamos en la cama donde él se solía acostar todas las noches. Yo, que ya estaba mal, acepté. Fuimos a la habitación la chica y yo, ella se quedó en ropa interior y yo me quedé con mi vestido chino puesto y nos metimos en la cama, apagamos las luces y a dormir.

Al rato, viene el doctor en calzoncillos y se acuesta en la cama!!!!!! Dios, yo me moría de repulsión. No me lo podía creer. Yo creía que él iba a dormir en alguna camilla. Inmediatamente me empecé a sentir mal y me fui de ahí, pero para ir al baño a vomitar. Vino el doctor, que si estaba bien y le digo, que no, que llevaba una melopea de aúpa y que me encontraba mal, que pillaría un taxi y me iría a casa. Y  me dice que no me voy de allí así, que me quede. Que vuelva a la cama. Como no le quería decir que me iba a la cama si él no volvía allá, le dije, vale, vale luego voy, estaré aqui un rato. El, se queda detrás de mi y me dice, es que cómo no te vas a encontrar mal, si llevas hasta puesto el vestido y va el tío y empieza a desabrochármelo así, por las buenas. Yo le digo, no, no, no y me sujeto el vestido, evitando que me lo quite. El tio, se pega un cabreo de la hostia y dice, tú verás, y se marcha del baño, dando un portazo. Ni que decir tiene que la situación me despejó bastante. Pero no me atrevía a salir tal y como iba. Recompuse mi ropa, vomité un poco más y me lavé la cara. Me fui a una camilla a dormir.

Al día siguiente me levanté de la camilla con dolores por todas partes, y una resaca de las de mear y no echar gota. Pero todo menos volver a esa cama. La dependienta ya se había ido y el doctor estaba en el baño aseándose. Me pongo la ropa de trabajo y al rato viene la recepcionista. Mira la cara que llevo y me pregunta qué ha pasado. Le cuento la noche, la chica flipa.

En lo sucesivo el doctor empezó a tratarme fatal. Me contestaba mal, me obligaba hacer cosas que no me correspondían, sólo para putearme. Cuando protestaba, discutía conmigo, no me dejaba llamarle por su nombre, sólo le podía llamar Dr. Terror y de usted. No nos dejaba hablar entre nosotras, ni siquiera cuando no había nadie en la consulta, excepto él.  No nos dejaba hablar bajito, ni susurrando. A veces nos teníamos que pasar notas. Cuando se dió cuenta de esto me obligó a estar dentro de una habitación y sólo podía salir para recibir a los pacientes, no podía estar en la recepción con mi compañera. A la recepcionista la empezó a tratar con excesiva amabilidad y a conversar con ella pero yo no podía participar en las conversaciones. Así me tiré un par de semanas. Aguantando, porque quería trabajar de bióloga.

Un día me llama mi padre por teléfono y yo llorando porque acababa de salir del trabajo. Le digo lo que está pasando y me da ese consejo sobre la dignidad de la persona. Me dice, la próxima vez que te diga algo, dile que tu padre te ha dicho que se vaya con su puta madre. Eso me hizo bastante gracia. Mi padre tenía el don de hacerme sonreir en días amargos.

Un día, el Dr. Terror me dice de manera muy autoritaria, sin pizca de educación, que tenía que limpiar su despacho, y él tenía que estar delante mirando. Me pide que limpie todos los libros de una estantería, uno por uno y los coloque en orden. Yo, que ya estaba realmente hasta los cojones le pregunto, por orden alfabético? Por autor? Por tema? Me gritó que me fuera inmediatamente de la consulta y que me pusiera a limpiar una de las habitaciones. Cuando estoy en dicha habitación, viene súbitamente, de manera rápida, violenta, y me arrincona contra la pared. Poniendo su cara muy cerca de la mia me grita que qué coño me pasa y que qué cojones me he creído yo que soy. Entonces le respondí lo que yo me creía que era. Le dije que yo era una persona, que merecía ser tratada como tal. Le preguntaba quien cojones se creía él que era para tener esa potestad de maltratar a la gente y que nunca hubiera podido imaginar que iba a ser tratada así y menos por una gentuza como él. Mientras lo decía le miraba de arriba a abajo como si fuera una mierda a punto de ser pisada.

El Dr. Terror dio un paso atrás, su cara pasó del pálido al rojo intenso y temblaba de ira. Yo pensaba que me iba a pegar. Apuntando hacia la puerta, gritó "LARGO!!! LARGO DE AQUÍ!!!!" y me echó de la clínica sin dejarme que me vistiera con mi ropa ni nada.

Me fui a la tienda y le conté a la socia lo que había pasado. La mujer no daba crédito, pero me dijo que este hombre era así. Luego vino mi compañera a darme la ropa.

Unos días después volví a la tienda a firmar mi baja.

En resumidas cuentas: no merece la pena trabajar de biólogo en esas condiciones. Ni de biólogo ni de nada. La tensión psicológica es muy fuerte y aunque te mueras de hambre, no aguantes esto ni un día más. Si te está pasando, huye.



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