viernes, 11 de noviembre de 2011

Hablando de hablar

Hablando de hablar

En esta época un tanto convulsa en la que nos ha tocado vivir, hay que tener opinión.  Me acuerdo, en el instituto, de nuestra profesora de Lengua. No me acuerdo de su nombre, pero era una de las clases que más me interesaban. Y eso que soy de ciencias. Con ella aprendimos a ver los mensajes escondidos de las cuñas publicitarias, a leer periódicos con criterio, a tener en cuenta de donde viene la información y a darnos cuenta, a ser posible, de si estamos siendo manipulados, o no. Y después de beber en varias fuentes, tener una opinión más o menos certera del sabor del agua. 

Muy bien, tengo opinión. He hablado, debatido, luchado, manifestado, discutido, defendido, porque siempre hay una o varias opiniones contrarias a la mia. Que no tiene por qué ser la correcta ni la mejor, ni la más justa. Pero es la mia. Me la he trabajado yo. 

Pero, aunque no me faltan candidatos para intercambiar opiniones, me duele lo siguiente: 

1- No todo el mundo bebe en varias fuentes. Por desconocimiento, o porque es más fácil no hacerse preguntas. 

2- A veces se tiene miedo de decir que algo te importa una mierda. 

3- Hay personas que no solo opinan sobre algo que no les afecta, que no es ni siquiera asunto suyo, si no que además opinan en contra de quien si le afecta. Como si fuesen el tribunal supremo. 

4- Muy poca gente se pone en la situación de los demás y es incapaz de comprender y empatizar. 

5- Poca gente escucha y bastantes, a veces, hasta hablan a la vez (por dentro también, mientras el otro habla, si). 

6- A veces no hay acuerdos porque hay personas inflexibles que creen que son débiles si ceden en algo. 


Ante todo esto, ¿Para qué molestarse? Los debates son cacareos de gallinero, echadas en cara, orgullos mancillados...

Me quedo sin palabras.